La tecnología que hay detrás de una catapulta es relativamente simple, pero las dimensiones de los tubos y la magnitud de la potencia desarrollada plantean serios problemas de diseño e instalación. Muy pocas naciones cuentan con los conocimientos técnicos y la capacidad industrial para dominar este problema. Así, los orgullosos y competitivos franceses (que nunca admitirán ser segundos en materia militar) han comprado catapultas estadounidenses para el nuevo superportaaviones Charles de Gaulle.

Pág. 53