En cualquier grupo humano sometido de forma habitual a tensión, a la tragedia y a la locura de una guerra limitada, los supervivientes se unen de una forma especial ... Sin embargo, la comunidad humana que formaban los hombres de la aviación naval se aisló, no sólo de la sociedad estadounidense, sino también de la propia Marina, lo que provocó grandes recelos. Nació una subcultura que caló en las dependencias de la aviación naval a bordo de los barcos y en los clubes de oficiales de las bases situadas tanto en los Estados Unidos como en ultramar. Lo más notorio era que los pilotos recién llegados de misiones de combate adoptaban una actitud que rozaba la insubordinación. Se emborrachaban en las dependencias de la escuadrilla de combate en la Yankee Station y organizaban auténticas orgías al regresar a las bases que finalizaban poco antes de volver de misión. Los capitanes de los barcos y los jefes de escuadrón cerraban los ojos ante estos excesos de juventud. Aunque dicha conducta era deplorada por los altos mandos de la Marina, se toleraba, y esta tolerancia llegaba hasta el propio Pentágono. Se creía que de este modo los pilotos tenían una válvula de escape ante la desagradable naturaleza de la Guerra de Vietnam. El resultado fueron doce años de borracheras, fiestas salvajes y orgías por parte de las dotaciones aéreas en los ratos de ocio entre misión y misión.

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